posmodernos y jodidos

Palabrotas

Foto tomada de Pixabay

Dice la Real Academia de la Lengua Española:

Palabrota: Dicho ofensivo, indecente, grosero.

Grosería: 1) Descortesía, falta de atención y respeto. 2) Tosquedad, falta de finura y primor en el trabajo de manos. 3) Rusticidad, ignorancia.

Digo yo, basada en mi real gana.

Palabrota: palabra muy larga compuesta por muchos caracteres, por ejemplo, desoxirribonucleico o desproporcionadamente.

Grosería: estandarte del territorio libre y catártico de nosotros los prófugos de las absurdas buenas maneras, del eso no se dice, de la tía regañona, del colegio de monjas, de la maestra pellizcona, del papá autoritario, de la madre cabrona. Por ejemplo: pinches, pendejos, culeros todos ellos.

Me preocupa sobremanera, queridos lectores, darme cuenta de que, a estas edades, siendo semejantes adultos con nuestras gónadas plenamente desarrolladas —y en algunos casos en franco declive— sigamos bajo el yugo de comportamientos inducidos a punta de cintarazos, encierros, castigos y silencios distantes. Es que no podemos seguir como niños sufrientes delante del plato de sopa que no queríamos tomarnos, sometidos al insoportable relamido de pelo detrás de las orejas o temblando como gorrioncillos ante la idea del castigo divino. Pos qué es eso, repitan conmigo: soy adulto y si me da mi rechingada gana puedo decir todas las groserías que quiera. Otra vez, con más convicción. Otra, con mala sangre. Eso, muy bien.

Me mata de ternura leer y escuchar expresiones del tipo: “pinqui, cañón, verch, verdolaga”. Se dice pinche, cabrón y verga. Por lo menos en México, estoy consciente de que, bendita diversidad, el tema es vasto en el mundo hispanoparlante y que en Sudamérica o en España tienen sus propias y maravillosas joyas.

Porque si el culo se llama culo por más feo que suene, la verga ídem.

Ya, tranquilos, respiren, sí lo dije. Sí soy yo diciendo todas esas vulgaridades.

¿Que no debería un escritor decir tales barbaridades? Se equivocan. El lenguaje es pasión y poesía pero también herramienta. Estaría muy jodida, en el hoyo y cavando si yo misma me limitara o reprimiera. A ver díganle a un pintor que no use un color determinado porque es de mal gusto o a un bailarín que no haga tal movimiento porque es desagradable.  A que no.

¿Que no dicen groserías porque tienen hijos? Ternuritas, cositas lindas y encantadoras. Permítanme que los espabile y los pervierta un poco: sus hijos se saben más palabrotas de las que podríamos imaginar. Y todas son más soeces y perturbadoras de lo que nosotros “los adultos” concebimos.

Un buen día me puse a jugar con mi sobrina de dieciséis años a decir groserías en orden alfabético. Es que el trayecto era largo y nos dirigíamos, sin muchas ganas, a una reunión familiar.

Madre mía. Me quedé sin aliento la mitad de las veces: cada vez que era su turno. Dijo tantas y tales cosas que pasé tres noches sin poder dormir nomás de acordarme. Le pregunté si sus primos (casi diez años menores que ella) conocían todo ese bagaje científico y me contestó que ellos le habían enseñado gran parte su abundante glosario de términos.

Por supuesto que no les dije nada a mis hermanas, las madres de las criaturitas en cuestión. Soy todo menos una traidora de la hormona adolescente. Una tiene sus lealtades muy definidas.

En varias de mis columnas me han escrito varias veces reprendiéndome por decir malas palabras. Sé que hay quienes no lo toleran, ya han dejado comentarios vaticinándome una vida terrible por ser tan grosera pero hoy estoy muy pinche insoportable y una vez más les diré que se equivocan: la vida no tiene prejuicios, ni si quiera con las palabras.

Es más, casi me atrevo a concluir lo contrario: desobedecer es bueno. No hay mito fundacional que no pase por la historia de algún desobediente que le pintó huevos y mandó a a la chingada a los dioses, al destino y, desde luego, a los buenos modales. Por algo será.

*

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Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

14 Comments

  1. Samuel Lechuga

    Queridísima Desde hace algunos años y como
    ejercicio lingüístico por un lado y por sarcasmo por otro me gusta parafrasear las groserías En este caso tu artículo me hizo defecar de risa o lo que es lo mismo me produjo una diarrea de carcajadas i simplemente cagar de risa
    En cuanto a la diversidad lingüística en latino América también existen finezas como pendejo que en Mexico quiere decir tonto y en Peru quiere decir un cabron
    Así las cosas
    Te deseo un fin de semana carente de progenitora o como se dice técnicamente de poca madre

  2. Las dizque palabrotas son la manera popular de llamar pan al pan y vino al vino. Durante la Reconquista española, después de una de las muchas derrotas de los cristianos ante las tropas de Almanzor, se acordó entre otras cosas que la hermana del rey Bermudo II de Galicia fuera enviada al harén del caudillo árabe, como esclava. Como así se hizo. Y ella, yendo de camino a Córdoba, le dijo a los caballeros que la acompañaban y escoltaban: «Los pueblos deben poner su confianza en las lanzas de sus soldados más que en el coño de sus mujeres». Bien dicho, carajo.

  3. Así es, querida Alma. Que les valga verga si decimos pendejadas a diestra y siniestra. ¿Qué se creen estos hijos de su puta madre? Pinches sepulcros blanqueados de Ajax y Ariel, en ese orden. Ahora resulta que van a andar por la vida con el hocico cerrado por cumplir el Imperativo Categórico del pendejo del Kant. Que no mamen.

  4. Oliverio Ascascius

    Bueno el texto, pero ni se puede compartir…así ni para que

  5. Puta madre que chingon es hablar con algún guey que hable pendejada y media, no como la gente hipócrita que se espanta, toda mi pinche vida he hablado con puras palabrotas y me gusta, por eso te siento de las mías

  6. Pero como me hiciste reír, siempre que te leo me rio pero hoy me acabas de hacer la noche y tengo un nuevo lema de vida “Soy un adulto y si me da mi rechingada gana puedo decir todas las groserías que quiera”. Pinche alma como me haces reír.

  7. ¡A huevo! Pero estarás de acuerdo que hasta para mandar a chingar a su madre a alguien debe uno de tener clase.
    Un : Con todo respeto… es un preludio al ¡sáquese a chingar a su puta madre!
    ¡Cuidemos las formas!
    Saludos desde Orizaba.
    ¡Me encanta leerte, Alma!

  8. Ana Gastélum

    Totalmente de acuerdo contigo, observando y escuchando a nuestros adolescentes y los no tan adolescentes, me he dado cuenta, entre otras cosas, que ya nos substituyeron la gloriosa palabra Chingar por Verga…así para todos los casos se usa, que ingeniosa creatividad!

  9. Tal vez, puliendo el sentido, sólo haría énfasis en la virtud del uso contextualizado. Es decir: no es lo mismo la incontinencia de muletillas altisonantes, que usar un buen adjetivo calificativo y denostativo, en el momento justo.

    Estudio música y me gusta la idea de la sorpresa en el arte. Del mismo modo aprecio un alto grado de sofisticación en la descalificación del otro.

    Dejé hace tiempo la rebeldía como motivación y ahora hago lo que quiero porque quiero, cuando quiero y porque se me da mi rechingada gana.

    Muchas gracias, Alma

    • Disfruto decir groserías cuando me nace del alma, es una liberación, pero leerlas me divierte mucho, me encantó tu texto.

  10. Dalia Rodríguez

    ¡Bravo, Alma Delia! Tendríamos que escandalizarnos de la pésima ortografía, no solo de los jóvenes, por cierto.

  11. ¡»Vayapordios», Alma…! En estos momentos me estoy bebiendo una copa de vino y lo más que se me ocurre decir es que está buenísimo.
    Y te juro por todos los dioses del Olimpo que no soy una persona reprimida.
    Un abrazo bien grande, como siempre.

  12. Arturo Rocha Robledo

    No me resta decir mas que… Chingón, gracias por despertarnos a una conciencia libre y librarnos de un sopor socialmente correcto.

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