Tal parece que estamos condenados a vagar desnudísimos de cráneo a rabo, diría Papasquiaro, en la más ridícula de las autoafirmaciones digitales. Tiene gracia pensar que la tendencia de la muerte de Vargas Llosa quedó sepultada bajo la tendencia de la muerte del Papa Francisco, es una puntual ironía visto el ensanchado ego del escritor peruano a contrapunto de los votos de pobreza y discurso austero del pontífice franciscano … puestos a elegir me quedo con Francisco, qué quieren que les diga, no me juzguen, tengo derecho y ahora sí que cada quién choose your fighter en esto del trending topic de la muerte y su consecuente pasarela de fotografías con el difunto o la presunta difunta (lo de presunta viene a cuento por personajes como Isabel Miranda de Wallace, con ella no se sabe).
Así transcurren las exequias ahora, a ritmo de top trends and hashtags. Perdonen el espanglish pero si no me pongo al tiro pierdo capacidad de conversación en mi zona de la capital chilanga donde el local market sustituyó al tianguis y a la tierra que fueres, haz lo que vieres o when in Rome, do as the romans do. (Ya, basta).
El chirriante coro “tuve la suerte de conocer” o “la vida me concedió el privilegio de coincidir” y sus no muchas variantes introductorias a la imagen que en estampida corremos a publicar junto al recién caído, es ensordecedor. Qué cosa tan fea, oigan.
Decía yo en un sapientísimo tuit que parece colección de estampitas del álbum Panini esto de ir publicando la foto con el finado de turno. “Ya la tengo, ya la tengo, esa la tengo repetida, esa me falta…”
Como 2025 trajo la guadaña filosa, la cosecha ha estado intensa —y eso que apenas entramos al segundo trimestre.
Que si la foto con Daniel Bisogno vale veinticinco puntos, que la de Tongolele cincuenta, la de Paquita la del Barrio es de las de cien, la de Vargas Llosa está en trescientos —ya es lo menos— y la del Papa Francisco de a quinientos; si la tienes repetida puedes hacer negocio y conseguir un intercambio por una de las que te falten hasta llenar la página como cierta exalcaldesa y cambiarle el rostro para que figures tú, con ayuda de la IA todo es posible.
Pues sí, esta sala de chat donde compartimos-avisamos-escupimos compulsivamente todo lo que nos pasa, no podía dejar de ser la sala de chat donde se avisa que murió alguien y si ese alguien tenía fama, es mandatoria la liturgia redentora de compartir la foto que demuestra que le conocimos, le abrazamos, lo miramos a los ojos, nos puso la mano en el hombro y sonrió para la selfie. Alabado sea el señor.
Es que lo encuentro perverso, transgresor. ¿Exagero si sigo creyendo que la muerte es sagrada, privada, cosa del corazón y la espiritualidad de cada uno?
Convendría detenerse a pensar que el duelo es digno de respeto y que tal vez con nuestra avalancha de veloces fotos pervertimos el suceso para que se trate de nosotros y no del muerto, y con ello perturbamos algo muy profundo.
Se me ocurre, no sé, al menos recuperar el valor de la discreción. Pero es posible que mi apreciación esté equivocada y tal vez haya que preguntarle a chat gpt qué opina al respecto para encontrar una luz en el camino. Te alabamos, señor.
Recupero las palabras que compartió hace casi un año la escritora Siri Hustvedt luego de la muerte del escritor Paul Auster. Y me quedo anhelando que la vida nos conceda la gracia de una muerte privada:
“Fui ingenua, pero había imaginado que sería yo quien anunciara la muerte de mi marido, Paul Auster. Murió en casa, en una habitación que amaba, la biblioteca, una habitación con libros en cada pared, del suelo al techo, pero también ventanas altas que dejan entrar la luz. Murió con nosotros, su familia, rodeándolo, el 30 de abril de 2024 a las 6:58 PM. Tiempo después, descubrí que incluso antes de que hubieran sacado su cuerpo de nuestra casa, la noticia de su muerte estaba circulando en los medios de comunicación y se habían publicado obituarios. Ni yo, ni nuestra hija, Sophie, ni nuestro yerno, Spencer, ni mis hermanas, a quienes Paul amaba como a sus propias hermanas y presenciaron su muerte, tuvimos tiempo para asumir nuestra enorme pérdida. Ninguno de nosotros estaba en condiciones de llamar o enviar un correo electrónico a nuestra gente cercana antes de que comenzara el tiroteo en línea. Nos robaron esa dignidad. No conozco la historia completa sobre cómo sucedió esto, pero sé esto: está mal.”
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Chirriantes coros.. vivir bajo la circunstancia donde en estos momentos vivo, me ha permitido vivir sola. Una de las cosas que más valoro de mi pequeño lujo es justamente un espacio en silencio, porque el silencio y la privacidad son un lujo.. y los medios son justo eso, «chirriantes coros», más odiosos cuando son en espanglich, creo.. así que gracias por el «Ya, basta» también y por la reflexión de muertes privadas, que solo las personas que se tengan que enterar, se enteren, y ya..