posmodernos y jodidos

Sobreviva México

Deslizo la pantalla de una red social y de otra, leo las noticias “minuto a minuto” que se publican en diferentes medios  sobre los aconteceres insólitos del Día del grito y siento un profundo desencanto. Es como buscar una prenda que valga en la mesa de rebajas sobre rebajas y encontrar todo manoseado, dañado, sucio, en tallas que no son la mía.

Creo que tengo depresión social o política o como se llame. Y hartazgo.

Un 14 de septiembre del año 2013 publiqué una columna que titulé “Ahorita ya no sé si tengo fe” refiriéndome a un verso de la canción Tu recuerdo y yo, de José Alfredo Jiménez.

Aquél texto, en el que me preguntaba cómo renovar mi fe en el país, repasaba mi historia personal en este recorrido social que ha durado cuarenta años. Nacer en Ciudad Nezahualcóyotl, venir de padres que nacieron en un pueblo michoacano, vivir en el monstruo que llamamos Ciudad de México. Y me preguntaba si algo podría unir a los mexicanos cuando está tan pulverizado el rompecabezas de las clases sociales. Me parecía alarmante la división y la polarización de entonces. Quién me iba a decir que hoy añoraría ese 2013 en el que no se había radicalizado de esta manera el país.

Años hace de aquel texto, los ciclos son implacables y me parece que todo se repite. Hoy me cuesta encontrar razones para seguir buscándole sentido a esto. Me refiero al agujero antimateria que es la política mexicana, el sistema de partidos y el protagonismo de personajes ominosos que lo devoran todo. Llevo dos décadas (hablo desde que puedo emitir mi voto) haciéndole el caldo gordo a los políticos y a los political junkie: esos eternos funcionarios, meritócratas, herederos, personeros que se venden al mejor postor. Hablando de ellos, escribiendo sobre ellos, siendo su público cautivo. Y claro, votando por ellos porque cada elección se presenta como una disyuntiva entre lo malo y lo peor. Es tan agotador, drena de tal manera que me pregunto por qué carajos seguimos haciéndolo.

Y hoy los veo solazándose en “dar el grito”, llenándose la boca con su amor por México, repitiendo frases vacías. Mientras los índices de pobreza crecen, mientras los más de 100 mil desaparecidos son buscados por sus madres porque el Estado no hace nada; mientras 11 mujeres son asesinadas cada día, mientras los cuerpos de niñas y adolescentes pueden ser violados, cercenados, arrojados a los canales. Mientras todo eso ocurre, hay quienes gritan “Viva México” desde una oficialidad perversa.

Y cuando creo que mi psique no puede toparse con más sucesos incomprensibles, encuentro a la gente que sin ser pagada, ni bots —porque el volumen real a las redes se lo damos los ciudadanos, los usuarios— está dispuesta a defender políticos. No lo entiendo. De verdad que no lo entiendo. ¿Cómo puede cualquier persona que se respete a sí misma intelectualmente alienarse a la defensa de aspirantes y suspirantes y asumir con ello que está bien elegir entre el corrupto, el policía, la corrupta, la plagiaria, el negligente? ¿Cómo se puede pensar que eso, más que hundirnos en una profunda tristeza, debe lanzarnos a las furibundas defensas de "nuestro gallo"? ¿Nunca vamos a levantar los vuelos del mierdero que es la política mexicana? ¿siempre los mismos personajes refritos de un partido a otro es el menú vitalicio que debemos tragar y además defender afanosamente?

Perdón por el desahogo, pero poner el capital de la genuina rabia para defender a una candidata o un candidato que representa lo peor de México que son nuestros partidos políticos... ¿por qué hay gente dispuesta a defender eso?

Si la inmensa mayoría, antes o después, demuestran que no son más que otro voraz desviador de recursos, otro corrupto, otro vendido al narco, otro pederasta, otro … ustedes llenen los puntos suspensivos porque hay tela de dónde cortar y ojalá fuera un delirio mío y no la realidad la que sustenta mi dicho.

Lo que digo es que la polarización con la que han capitalizado los legítimos agravios sociales nos está destrozando a nosotros, a la ciudadanía; y está beneficiando a los partidos políticos que además, casi todos son manejados por los hombres de siempre aunque ostenten candidatas como anzuelo de los tiempos que corren. Y lo señalo porque suficientes milenios lleva la historia de la humanidad con las mujeres dándoles beneficios, ventas y votos para que al final no estemos de verdad en la agenda pública. O para que nuestras vidas importen menos que una pintura o un pedazo de muro grafiteado.

Yo quisiera seguir teniendo fe en nosotros. Pensar que podemos encontrar la manera de mover esta tendencia viciada que es monopolizar los temas alrededor de sus impresentables protagonistas.

Y aborrezco al sistema que creamos pero también amo a este país. No tengo un grito patriótico, sólo el genuino deseo de que la conciencia nos alcance. Y que sobreviva México.

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De un texto originalmente publicado en el periódico Reforma.

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Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

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