posmodernos y jodidos

Mis diez libros entrañables

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Siempre he incubado el deseo de ser una fuera de la ley porque estoy tan domesticada como el que más. Y leyendo el Barón Rampante –era una adolescente- se incendió en mi pecho el recuerdo de cuando amenazaba con irme de casa a los cinco años, hacía un hatillo con un suéter y una golosina y me largaba. Mi aventura nunca duraba más de dos horas y nunca llegaba más lejos que la acera de enfrente. Por eso el Barón Cosimo Piovasco di Rondò que sí se atrevió a dejarlo todo para vivir entre los árboles, tuvo mi admiración de principio a fin y se me volvió entrañable.

Lo leía en el metro, durante el trayecto de la casa a la escuela y de regreso. No podía creer que alguien, Julio Cortázar, jugara así con el tiempo, con el ritmo, con las emociones. Y no podía creer que alguien, Charly Parker, tuviera realmente el insano talento del personaje Johnny Carter. Con ese relato empezó mi romance con el jazz, siempre voy a agradecérselo.

Tenía un tufo a prohibido que me sedujo en el acto. El novio de una de mis hermanas lo dejó por ahí y me advirtió que no era para una niña de mi edad. Cómo me impresionó leer ese lenguaje vulgar, jodido, tan jodido y auténtico que algo de belleza incómoda remitía y no había modo de resistirse a ello.

Para mí –aquí suena el jingle del lugar común- Shakespeare es fundante. Pero qué le voy a hacer. Estudié Literatura Dramática y Teatro precisamente por este maldito prodigio de las letras. Qué delicia y qué curiosidad inagotable fue leer en voz de las brujas: “Lo feo es hermoso y lo hermoso es feo”.  Todavía me devano los sesos interpretando y reinterpretando esa línea.

Fermina Daza y Florentino Ariza, nunca olvidé los nombres. Devoré la novela también en los trayectos del metro, me perturbaba cómo la voz de García Márquez podía hacerme sentir en mi piel púber el proceso de envejecimiento de los amantes de esta historia magistral. Se me quedó en la memoria. Y en el tacto.

No era sólo leerlo, sino andar con él pegado al pecho o bajo el brazo, entender qué era un samovar, pronunciar en voz alta Fiódorovich, Pávlovich y Aleksándrovna. Tenía dieciséis años y había dado un saltito, se sentía como cuando se está listo para el chocolate 80% cacao o para la cerveza oscura y algo en el velo del paladar se estrena y se deleita como nunca.

Siempre viene a mi mente cuando me preguntan por mis libros favoritos. Seda es fuera de serie. Lo leí mientras convalecía luego de un accidente; engullía cada línea, me llenaba de la historia sorprendentemente limpia y elegante y se me olvidaba el malestar.

“Quizá lo mejor sea aclarar que se trata de una historia decimonónica: lo justo para que nadie se espere aviones, lavadoras o psicoanalistas. No los hay. Quizá en otra ocasión” –A. Baricco

Butes es mi idea del amor, lo supe cuando lo leí. Porque yo siempre me las arreglo para enamorarme de un Butes. Me fascinan los amantes que saltan, que se arrojan al canto de las sirenas, que se lo juegan todo. Butes es un himno, la antítesis de Ulises y de Orfeo, es el argonauta insensato que se atreve al ahogamiento.  La escritura de Quignard es de tal talento narrativo y musical que sólo él podía contar esta historia aterradora y provocarnos el anhelo de esa elección kamikaze.

Me obsesionan los sueños, los símbolos, los regímenes totalitarios. Esta novela de Kadaré me retaba, me hacía creer que anticipaba lo que pasaría para luego darme cuenta de que la sorpresa no cesaba. El planteamiento es brutal y fascinante: una mañana, por decreto, cada ciudadano debe depositar el relato de sus sueños en un buzón del gobierno para ser analizados y detener posibles conspiraciones contra el régimen.

He encontrado muy poco eco cuando hablo de ella, es una pena porque vale cada línea.

Lo compré hace cuatro años y desde entonces hasta ahora es mi vehículo emocional, mi rosario místico. Si algo me duele o algo se seca, voy a sus páginas, leo un poema en voz alta o dos y se me reinicia el alma. Cursi, ustedes dirán, pero es así. Un exorcismo silábico, rítmico y herético. Como siempre digo: Gonzalo Rojas, mi amor.

@AlmaDeliaMC

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Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

13 Comments

  1. Luis Antonio Solis Rodas

    1. Pedro páramo: los saltos en el tiempo, en la estructura, een el paisaje y en el idioma.
    2. Piedra de sol: el poema de Paz que me estremece todavía, al leerlo en voz alta, el recordar que caminamos por un hermoso, de solar y mágico laberinto de espejos y de espejismos y y que por instantes el amor nos da ocasión de atravesar el umbral.
    3. Rayuela: el estar y no del todo del lado de aquí y del lado de allá, que a veces los único consecuente es dejarse caer.
    4. Otras inquisiciones: para mí es el libro de ensayo literario por excelencia, regreso cada tanto al idioma analítico de John Wilkins.
    5. La visión de los vencidos: nos comparte una perspectiva sobre la gestación nuestra cosmovisión mestiza. Los manifiestos de Zapata en nahuatl, los presagios funestos, la duda de Moctezuma.
    6. Don quijote: no recuerdo lectura que me haya hecho reír tanto.
    7. El corazón es un resorte: alrededor de la metáfora nos recuerda que la mejores herramientas para saber del mundo no son los sofisticados dispositivos electrónicos, sino la imaginación, la inquietud; la lengua materna.
    8. Historia del nombre y la fundación de México: además de eso también podemos asomarnos a los rudimentos de la religión universal, el lugar de uno es, coincidentemente, el ombligo del mundo y la violenta transición del culto lunar al solar.
    9. El principito/Alicia en el país de las maravillas: El inicio de la aventura por las letras, el darse cuenta que el mundo puede ser locuaz y bello, y si nos descuidamos se va volviendo en una máquina.
    10. Contra el tiempo: me gusta la propuesta del instante como revuelta, como salida tangencial.
    Gracias Alma inspiradora Delia, por invitarnos inesperadamente a esta tertulia de libros y recuerdos.

  2. ¡Vaya que me sorprendiste!
    Me encantó la forma como presentas a Dostoyevski, de mis favoritos y siempre intrigante y profundo.

    Tomo de tu lista a Kadaré, nunca lo he leído pero me llama la atención su descripción.

    Gracias por las buenas recomendaciones.

  3. Alma. Muchas Gracias por compartir.
    Haremos lo necesario por buscar los que nos faltan y tratar de empatar empatías.

    Sólo por agregar a la consideración, mi favorito:
    El Otoño en Pekín, de Boris Vian.
    La manipulación de la realidad por el poder que dan las letras.

  4. No he leído Integra ni Chin-Chin. Coincido plenamente en tu sentir y acarreo con los Hermanos Kamarazov. Esa misma sensación tuve con el Corazón de las tinieblas, con Movidi y con Fortunata y Jacinta. Ya ves qué revoltijo.
    Un abrazo grande, y cuídate.

  5. Hola Alma Delia agregaré un par de tus libros mas gustados a mi biblioteca
    Gracias como siempre

  6. De esos 10 solo he leído El amor en los tiempos del cólera, me anoto los otros!!
    Gracias por compartir!

  7. Gracias por la lista y sobretodo por las descripciones. Seguro leeré más de un libro de tu recomendación.
    Un abrazo

  8. Me encanta la selección. Me faltan algunos de tu lista y voy por ellos 😉

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