
Que estamos aquí de paso.
El furioso paso de mi abuela sobre esta tierra duró noventa y siete años.
Doña Paz Villaseñor Herrera, madre de mi madre, murió el sábado 20 de julio alrededor del mediodía.
Doña Paz fue partera, entre otros niños, me trajo al mundo a mí. Me cortó el ombligo, me dio la atávica primera nalgada y le dijo a mi mamá, “es niña”.
Le gustaba repetirme esa historia: no querías llorar, no querías comer. Tenías la cara chiquitita, carita de pellizco.
El sábado llovió todo el día. A la muerte le sienta bien la lluvia, la muerte es hembra, pienso. La lluvia también. Llanto dentro del llanto, un útero dentro de otro.
Lluvia terca, pertinaz, lluvia fina y poderosa.
Me gustaría morir en verano. Me gustaría morir cuando aún pueda repetir mi nombre, sostener una mirada, decir sí quiero o no quiero. Saber que el café es café y que el tinto es tinto, que no me gusta la gelatina, que amo las palabras.
Me hubiera gustado que mi abuela sufriera menos, su cerebro la dejó en el desamparo. Su cuerpo degeneró en mazapán. No podías tocarla sin sentir que se te desbarataba entre los dedos.
Cuerpo de mazapán, mi abuela.
Siempre fue un bocadito: mujer de talla pequeña y nariz grande.
Siempre fue una cabrona: mujer venus antes que mujer madre.
Me hubiera gustado que todo se detuviera aquella primera vez que no alcanzó a llegar al baño y se orinó caminando, sobre la ropa, sobre los zapatos diminutos, sobre sí misma. Lo recuerdo bien: acompañarla, no mirar el charquito ámbar en el piso, ayudarle a cambiarse, darme la vuelta para no incomodarla, no decir nada. Sentir su pudor, su fragilidad, su vergüenza. Adivinar los años que vendrían a ritmo de deterioro galopante. Pasó una década luego de aquella primera vez.
Mi abuela lujuriosa. Mi abuela como una caja de Pandora con frases populares para toda ocasión. El que no enseña no vende y el que mucho enseña se le mosquea. El que no ha visto a dios ante cualquier santo se arrodilla. Y mi favorita: ¿a qué van a la calle, a que les vean lo pendejo?
Lo decía todo mal: el teléfono cedular con d, la caresola en lugar de la cacerola, los inresponsables y los drogaditos.
Le molestaba la gente. No sabía ser amable con quien no le gustaba y no le gustaba casi nadie. Dura como pocas, nunca la vi llorar. Que porque tenía un problema en la glándula lagrimal, patrañas: la señora no se conmovía con nada, lo firmo con sangre de mi sangre que es la suya.
Era experta en repartir tundas a diestra y siniestra sin la menor compasión. Mi memoria y mi piel conservan algunas huellas de su vocación de pegalona.
Se levantaba tempranísimo, disfrutaba con un refinado sadismo ponerse a cantar a grito pelado para despertar a los que aún estaban durmiendo.
Vivió enamorada de sus flores, sus rosales eran el orgullo máximo.
Ocurrente, bailadora, enamoradiza, pésima cocinera, pésima madre, peor abuela, católica irreductible, guadalupana radical, egoísta de desempeño inmejorable. ¿Existirán de verdad esas abuelas buenas y dulces como panquecito esponjoso de repostería sajona?
Mi madre no quiso que la incineraran, el domingo la enterramos. Familia de mujeres: sus hijas, sus sobrinas, sus nietas, sus primas. Llanto silencioso, sin dramatismo estridente, mujeres que lloran calladito. Y la lluvia siguió tersa, perseverante.
Mi hermana Paz que le heredó el nombre, el cuerpo pequeño y la nariz prominente, lo dijo bien. Mi abuela se habría despedido así: fue un gusto que me conocieran.
Yo sólo quiero agregar que me gustaría morir bajo la lluvia de verano y cuando todavía pueda repetir mi nombre, decir soy Alma y saber quién soy.
Que lo sepan, por si se ocupa.
Por si un día me muero.
Alma.
Lloré la primera vez que leí ésta columna , y hoy de nuevo; y esque las abuelas son el origen de todo, ¿cómo no extrañarlas?.
Los sábados empiezan con tu columna, un abrazo.
Josefina, gracias por compartir tu emoción, es que todos somos infinitamente más parecidos de lo que pensamos… un abrazo.
Me encante tu abuela y sus palabras, su sabiduría y lo que de ella hay en ti
Mi March, qué alegría ver un comentario tuyo aquí, se me ilumina el interior. De mi abuela tengo algunas cosas, sí, pero a ella le gustaba en particular comparar la palma de nuestras manos que eran parecidísimas :,)
Te quiero.
Hay recuerdos imborrables y hoy me has traído de vuelta a mi abuela, con sus malos modos, pero su buena sazón, con su cocina llena de ollas y cazuelas de barro. Ella también tenía su particular manera de nombrar algunos objetos liguadora en lugar de licuadora, Aziel en lugar de Axel su bisnieto. Ella que tuvo la fortuna de vivir 88 años, de recordar su nombre y el de sus hijos y solo se enfermo el día que decidió que era buen momento para partir, un día de agosto, en verano mi estación favorita.
Un abrazo grande Alma Delia
Ohh Alma….he visto a tu abue Paz con tus palabras..Eres grande Alma, tan grande como tu alma. Te abrazo
Conmovido estoy . Gracias.
La segunda vez que lo leo y volvió a mi mente mi propia abuela que se sentaba en el jardín exterior para ver pasar gente y, si tenía suerte y le hacían caso a su llamado, les entretenía contándoles chistes colorados, que repetía una y otra vez. Tambien se fue en verano, también llovía.
Ja ja así era mi abuela, dura
Pero te quería rabiosamente a su manera
Solo estudio hasta 6 de primaria y era su orgullo que mi madre fuera QFB
Siempre nos decía no se casen, estudien trabajen viajen, no sean pendejas!
Pude ver a tu abuela, hasta escucharla. Se parece mucho a la madre de mi madre. Leerte es haber “tenido el gusto de conocerla” y volver a sentir cerquita a la mía.
Gracias por tus palabras, más bueno que las ames, es que nos las compartes. ¡Gracias!
Sonreír al acompañarte en ese recorrido es un franco sorbo de café lluvioso… gracias x ello
Alma…
No te conozco y ya te conozco toda…
Has descrito magistralmente a mi linaje
De mujeres ; madre -89 años aun vive- abuela y bisabuela !!! Y me consta…
Estigmas socioculturales o genes raros ?
Quien sabe… en todo caso
Realidad contundente .
Q manera tan clara y poetica de desmenuzar la siquis
De alguien a quien se ama,
… Gracias, Gracias, Mil gracias….
Era otro sábado 20, sí…
Yo, al contrario, llegué
el viernes 19
igual no era viernes y
Frida me dejaba su sitio.
Que lo sepan por si se ocupa.
Men cantó por segunda, ves.
Un nuevo abrazo, Alma.
No había tenido el gusto de leerle, me han encantado estás palabras que a pesar del tiempo me hicieron volar seis años atrás. La palabras más difíciles son las del corazón, pero son las que comunican; y estás, tuyas, me llegaron al corazón. ¡Felicidades por tu abuela! ¡Felicidades a Doña Paz por ti!
Saludos desde Tierras Regias…
Cada abuela deja huella irrevocable en nuestra piel …
Entre sus corazas se filtran destellos de amor.
Abrazo su vida como abrazo su muerte.
Gracias por tus vivencias que son reflejo de las nuestras, en palabras que quisiéramos trasmitir y que tu don lo hace.
Yo tuve el “panquecito esponjoso” de un lado y por el otro una abuela como la que describes, de esas que funcionan bien en los relatos. Un día me confesó que no quería a sus 11 hijos, que sólo había podido querer a la primera niña que se le murió de bebé…
En fin, que te mando un fuerte abrazo lluvioso.
Querida Alma, el primer día dejé un comentario, sí no estoy no ha sido por olvido.
Los duendes, que existen, se lo debieron llevar.
Un abrazo.
… y sí… Tú como una abuela, tejiendo en el centro, una telaraña de vivencias y evidencias…
… y los demás como nietos hipnotizados escuchando lo que nos quieras decir…
… y, como las abuelas, te viertes entrañable…
Sí, también asomaron las lágrimas en mis ojos. No te había leído, pero gracias por hacerme recordar a mis abuelas. Mujeres que nunca morirán en nuestra memoria, al menos su esencia. Aquí en la memoria del corazón las llevamos. Yo, además, llevo la esencia de mi abuelo paterno, don Guillermo Palma: origen y guia de una estirpe.
De seguro tú sacastes a tu abuela… ¡hasta en la cara te pareces! no hay enjundia sin envidia y la envidia se nos pasa al alma. Que rica la lluvia del 20 de junio que también para nacer ha llovido, no sólo para morir.
Un abrazo con miedo a morir cuando toque, mejor seguir viviendo.
Aún recuerdo a mis abuelos con mucho amor.
Los días de sus vidas que me dedicaron, supe, a esa edad valorarlo realmente.
Los disfruté la mayor parte de ese tiempo.
Los gocé y ciertamente, al día de hoy los extraño.
Ha sido una bendición tenerlos.
Porque aún siguen conmigo.
Me recordó a mi abuela Carmen, una excelsa composición la suya, Alma, la vida le ha legado el don de la Palabra.
Es este un hermoso tributo a su abuela, Saludos.
Extraordinario relato te felicito Alma Delia