Sí. Yo me robé el viernes y los policías no sabrían ni por dónde buscar si es que se dan cuenta. Me robé el quinto día de la semana: día de Venus según mi tía la bruja.
Lo vi ahí tan puesto y distraído que decidí esconderlo. Lo tomé. No me presumo un ladronzuelo, lo hice por una buena causa: mi madre. He escuchado como los señores y las señoras odian los lunes, desde el domingo están quejándose. Mis tías por ejemplo se empastillan, hasta parece un ballet: Toma sincronizada de pastillas para sobrevivir al domingo por la noche.
Yo también odiaba los lunes cuando iba al instituto porque los dedos de todos los niños me atravesaban y todos sus zapatos me pasaban por encima. De ley era encontrar en alguna libreta mía intervenida esta frase: tu mamá es una puta. Y entonces mis apuntes eran algo así como: La Marsellesa es el himno de Francia-tu mamá es una puta. Pregunté qué es ser puta a mis tías y me lavaron la boca con champú. Mi madre entre semana usaba gafas tipo Clark Kent y los viernes en la noche vestía de superestrella del cine de oro, nunca volvía hasta el día siguiente.
Una mañana desperté con una certeza: más que los lunes yo odiaba los viernes. Fue un sábado. Mi madre llegó en la mañana del sábado como todos los sábados: llorando. Lloraba y hacía sopa de cebolla, lloraba y regaba las plantas con su llanto. Entonces pensé: se acabó, viernes, no vas a hacer a mi madre sufrir más. Y lo cacé, lo cacé, tomé una bolsa, una cuerda y en su distracción: Voilá! Adiós, viernes. Adiós, mamá triste.
Secretaria es quien guarda los secretos de su jefe. Una secretaria de medio tiempo en un consultorio de dentista gana una miseria. Empecé a estudiar leyes pero valió más mi título de mecanógrafa para poder partirme en dos: secretaria y madre el resto del día. Cada vez que mi jefe quiere hacerme una limpieza bucal con su lengua, yo guardo el secreto. Una mujer es capaz de inventarse superpoderes: romperse toda y volverse a pegar cada semana con tal de que su hijo, ya saben, sea lo que quiera ser. Los viernes en la noche trabajaba de camaleón, recibía a los huéspedes en el restaurante de carnes y despertaba con quien le apostara más a mi filete mignon. El último viernes nadie me miró, todos los buitres volaron sobre la muchacha carne fresca. ¡Bistec duro, hueso roído! me gritaba el espejo. Me despidieron y fui a cantar para limpiarme el cochambre con aguardiente. Lo mío es la secrecía aunque a veces destile verdad por los poros. Mi hijo es un sabueso de buen olfato. Mi hijo juega a vengador. Y yo no sé qué día es hoy, ya nunca sé.
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No conozco a Regina Mitre, pero Wow, que buen cuento!