posmodernos y jodidos

Son pobres, les digo

Gente bonita, bien nacidos ciudadanos: hemos llegado a un punto crítico. Escandaloso.

Siempre hemos sabido que para ser actriz premiada en-el-extranjero es necesario ser rubia y de rasgos caucásicos, digamos. Ojos redondos, boca de cereza y "narizfinita", la narizfinita es fundamental. Fundamental, por el amor de Dios.

Para ser trabajador con derechos laborales que otorga la ley del progreso —por el que tanto hemos batallado las buenas familias de este país— es necesario no ser sirvienta, ni criada, ni “lamuchacha”.

Para ser analista político se requiere tener pigmento epitelial de un blanco estándar en el espectro de tonalidades de los blancos (si blanco de España, mejor) y portar, si no los rasgos caucásicos de la actriz citada arriba, al menos trazos de mestizaje donde predomine la sangre ibérica. Es deseable que el pelo no sea negro, es que ese pelo negro de india siempre es mal presagio. Y no vamos a poner a presagiar a los que traen mala suerte.

Para gusto de la audiencia, la clientela y el consumidor, el paisaje público no debe mostrar a los indios, indígenas o “pueblos originarios” como les dicen algunos. Si la ciudad de los palacios por eso es palaciega y no un jacal, acabáramos. Porque al cliente, lo que pida; y el cliente lo que pide es un mundo bonito, muy europeo o americano, que encaje bien con el único concepto digno de turista: rubio, angloparlante y ojiazul, (si azul cielo, mejor). Ahora bien: si el cliente es pobre, pues démosle un entorno de pobreza, cómo podrían aspirar a otra cosa. Por Dios Nuestro Señor.

Al cliente lo que pida, insisto. No olvidemos esta máxima que nos ha permitido ganar la cruzada del retorno de inversión, el ticket promedio, el branding, el voto, y, desde luego, la buena imagen del país. O las buenas costumbres como solíamos llamarlo cuando todavía se hablaba en cristiano. Ave María.

Pero el colmo, gente de buena cuna y de buena moral —échenme aire, que me sofoco— es que los pobres, algunos dándose el lujo de calzar un par de zapatos, hayan entrado a los aeropuertos, a los centros comerciales, a protestar por sus ecosistemas en lugar de agradecer que tendrán un empleo limpiando mierda de los baños de primera clase, a manifestarse afuera de palacio, ¿pero qué es eso? Cristo Redentor.

Es que son pobres, les digo. Y también indígenas: morenos, bajitos, y de pelo negro. Agh. Pelo negro.

Son pobres y son indígenas.

Y caminan por las calles a sus anchas.

Y hablan en voz alta.

¡Y piensan!

¡Y levantan la cabeza!

¡Y sostienen la mirada!

¡Y saben que tienen derechos a cambio de su voto!

¡Y no agradecen lo que les toca por derecho!

Que alguien haga algo porque esto de verdad es un escándalo.

Un escándalo, les digo.

*

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Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

2 Comments

  1. Se les cierra las puertas a la pobreza, en todas partes. Si se tiene dinero importa poco el color de piel y ojos que se tenga. Y si importa se disimula muy bien.
    Un abrazo grande.

  2. raul oviedo

    al cliente lo que pida,,y lo que se pide es que se salga de su zona de confort,,es muy duro quedarse donde estamos por ser «prietitos,,chaparros u invisbles»,,,
    Quiza no sera nuestro tiempo de sobresalir,,pero devemos ser las escaleras para que nuestra descencia suba y al llegar al segundo piso pisen parajo..asi de facil es.
    Siempre admire al «pipila» por cargar la piedrota en el lomo…mas me parece irrisorio que lo consideren un heroe,,,me evito el adjetivo,,pues para cada quien representa algo diferente

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