posmodernos y jodidos

Saramago besa mejor

Tenía veinte años y unos ímpetus de fiera cuando me atreví a pedirle a Saramago que me diera un beso. Sí, me refiero al escritor. Había venido a México en 1998 porque le interesaba el movimiento zapatista y yo recién había leído Ensayo sobre la ceguera y estaba deslumbrada ante una cabeza que había podido concebir semejante pandemia de ficción. Quién iba a decir que más de veinte años después, veríamos con nuestros propios ojos una pandemia hecha de realidad y no de literatura.

Cuando la pandemia del Covid-19 comenzó, se reportó un incremento en las ventas de algunos títulos literarios como La Peste de Camus; me llamó la atención que Ensayo sobre la ceguera no figurara entre ellos porque ahí, Saramago vaticinó todas las miserias sociales que dejaría al descubierto una pandemia como esta: la mezquindad, la polarización, la falta de entendimiento de la responsabilidad colectiva. Ese rasgo premonitorio de algunos escritores siempre me ha parecido fascinante. 

Para octubre de este año las casas editoriales hablaban de un 30% de caída en la venta de libros. Es dolorosísimo. Y no lo digo porque tengo el oficio de la escritura, sino porque serán los libros, los que antes o después, le den forma al relato de este caos; serán los libros los que transformen tantas pérdidas en belleza, los que permitan entender esto que hoy parece ininteligible.

La literatura nace de los grandes dolores de la humanidad, de los tiempos que pelan, del hambre, del trauma colectivo; no por nada las guerras siguen dando grandes títulos, España sigue haciendo el relato de su periodo franquista y siempre aparece una voz nueva que cuenta los horrores de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

Ya sé que esta pandemia no es la guerra, pero la inmensa mayoría de nosotros no habíamos vivido algo como esto, cerca de ochenta millones de personas contagiadas en el mundo, casi dos millones de muertos. El corazón salta leyendo un tweet que cuenta que un familiar se recuperó y justo debajo, el tweet de otra persona que cuenta que su padre o su madre ha muerto a causa del Covid-19. No, nunca habíamos vivido un mundo como este.

Y en medio de todo esto estuvieron los libros, muchas y muchos nos acompañamos de lecturas que abrieron universos, que no nos dejaron estar en la más completa de las soledades en momentos complicados; quién no halló consuelo en un libro la noche que sintió que tenía todos los síntomas y el insomnio se hizo presente hasta bien entrada la madrugada. Al menos yo, cada vez que me ocurrió, pude calmarme leyendo un libro. Porque, más allá de cualquier ánimo aleccionador (nada más lejano), leer es bueno para el alma porque los libros dan fe de nuestra voluntad de reconstrucción. Los libros son la prueba fehaciente de que la humanidad tiene como pulsión primera reconstruirse. 

Volviendo a los títulos que más se vendieron cuando el 2020 comenzaba está El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, a quien también besé en plan groupie por allá del año 2007. Por pura casualidad lo encontré en una librería al sur de la ciudad, recién habían publicado la edición conmemorativa de la RAE de Cien años de soledad; corrí a pagar un ejemplar y luego, muerta de pena, me acerqué y le pedí que me lo dedicara. Cómo te llamas, preguntó; cuando pronuncié mi nombre esbozó una sonrisa. Qué fácil, me dijo, y escribió “Para Alma, con toda el alma”. Me devolvió el libro y me dio un beso. Envalentonada por su buen humor, decidí arriesgarme y le aseguré que iba a decirle algo que nunca le habían dicho. —¿Y qué es eso que nunca me han dicho?, preguntó. —Saramago besa mejor, respondí. Le hizo gracia porque su carcajada resonó con fuerza. 

Hoy me parece otra vida, otro mundo aquel en el que podías darle un beso a tu escritor favorito porque estaba vivo y no usábamos cubrebocas. Uf. Que veinte años no es nada. ¿Qué escribirían de este 2020 José Saramago o Gabriel García Márquez?

Lo que digo es que este horror, transmutado en belleza, pasado por el tamiz de la literatura, lo contarán autores desconocidos que acompañarán a otros como nos acompañaron a muchos este año difícil. No hemos vivido una guerra, pero casi. Y de este período traumatizante, darán cuenta los libros.

Porque los libros besarán nuestra alma siempre, y sin cubrebocas. 

*Texto originalmente publicado en el diario Reforma*

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Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

2 Comments

  1. Bernardo Masini

    #TeamSaramago

    Siempre Saramago.

    Nunca Insaramago.

  2. José Luis García Valero

    Alma Delia:
    ¡Gracias! Empiezo a conocer tus textos gracias a Juan, mi retoño mayor.
    Para este viejo octogenario resulta muy reconfortante, le consuela el ánimo, encontrar escritoras lúcidas, valientes, sinceras de tu calibre.
    Gracias.
    Aprendo mucho de ti.
    Gracias.
    Alimentas mi esperanza.
    A veces sentipienso que «todo está perdido», leerte me deja ver que no es así.
    Gracias.

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