posmodernos y jodidos

Fuimos todas


Fotógrafa: Sandra Hernández, IG @Vita_Flumen

Me mataron a mi hija.

Imagínate, por un segundo, diciéndolo.

Imagina que mataron a tu hija, que te dolió tanto que sentiste que enloquecías; que quisiste convencerte de que no era cierto, que lo denunciaste, que llevaste pruebas, que nadie te hizo caso. Que culparon a tu hija de 7 de años, de 15, de 19; que dijeron que fue su culpa.

Desaparecieron a mi hijo.

Imagínate, por una eternidad, buscándolo.

Porque no hay registro de su muerte, imagínate cavando en la tierra, rastreando sus restos, dedicando tu vida a recorrer las fosas clandestinas, los desiertos, los basureros buscando el cuerpo de tu hijo, soñando que te pide que no lo abandones, que no te rindas; imagínate oliendo los huesos, con taquicardia frente a los restos que cada vez esperas que sean los de tu hijo para darle una sepultura digna y descansar, pero al mismo tiempo esperas que no sean los de tu hijo para no confirmar que lo mataron.

Imagina que vienes desde Chiapas, o de Guerrero, o de Oaxaca porque vives en uno de los municipios más pobres del país; que llegas a la Ciudad de México, que la economía está paralizada, que la policía confisca tus artesanías porque no puedes venderlas en el espacio público. Que terminas sentándote con tus dos niñas y tu bebé afuera del supermercado con un letrero que dice que cambias artesanías por despensa. O que entras al super y tienes $46  y te debates entre comprar medio kilo de tortillas, frijoles preparados y un refresco grande o leche y pan, que miras los pollos rostizados como algo inalcanzable y evades el dolor que te causa no el hecho de que no puedas comerlo tú, sino que no puedes dárselo a tus hijos.

Las últimas semanas me ha pasado con más frecuencia ver escenas demoledoras en el súper y también unas esperanzadoras cuando —siempre otras mujeres— nos acercamos a pagar la compra de esa otra que no le alcanza porque sólo lleva $46 pesos en la mano y no $50.

Hace dos días que mi sobrino de doce años tuvo un ataque de pánico. La maldita pandemia, el terror al virus, las acribillantes clases en una pantalla. Entonces corrieron su abuela y su tía a ayudarlo porque su madre no estaba pues trabaja todo el día. Porque no hay padre. Ni abuelo. Ni tíos demasiado presentes.

Somos nosotras las que peleamos, las que rastreamos, las que nombramos, las que escribimos. Las que cuidamos.

Porque somos nosotras las que llamamos en la madrugada y sabemos que la otra contestará sin importar la hora, porque preguntamos si llegaste bien a tu casa, porque fue mi hermana y ninguno de mis hermanos la que vino cargando desde Michoacán para mí un taco de carnitas, porque fue mi madre la que vino cargando desde allá una planta que “florea tan bonito que me va a alegrar los días”. Porque fue mi hermana mayor, aún con quemaduras de tercer grado y su cojera la que trabajó para que yo tuviera cuadernos nuevos para ir a la escuela primaria. Porque caminé de su mano rumbo al internado que me protegió y me permitió abrir esa puerta mágica que se llama educación. Porque mi abuela me cortó el ombligo y me dio chocolate caliente cuando me vio triste. Porque mis tres hermanas y mi madre y mi abuela me criaron, me cuidaron, me enseñaron a leer, a escribir, a peinarme, a hacerme cargo de mí, a comprender mi periodo menstrual, a cuidarme de los hombres.

Y aunque digo con vergüenza “Fuimos todas” incluyéndome injustamente porque yo no estuve en la toma de la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en la Ciudad de México ni en el Estado de México ni en Puebla; hoy digo fuimos todas, porque son mujeres las que están peleando esa guerra. Porque es un todas el que nos ha cobijado a todas desde que el mundo es mundo.

Claro que hay hombres cuidadores, hay muchos y tienen todo mi respeto. Pero casi siempre (y están empezando a desaparecer las cuatro letras del casi) somos nosotras.

Fuimos todas. Porque somos nosotras. Porque siempre hemos sido nosotras. Fuimos todas. Porque somos un somos y un fuimos y un seremos todas. Fuimos todas.

¿Te gustó el artículo?

Alma Delia sostiene este portal de forma independiente, ayúdala a conservar el espacio mediante nuestro sistema de patrocinios (patreon). Haz clic aquí para ver cómo funciona. ¡Muchas gracias!

Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

12 Comments

  1. Soy tu fan, nos conocimos en Qro en el Hay Festival. Te admiro montones, ya no veo donde puedo donar a tu proyecto.
    ¿Me puedes recordar para apoyar con mi granito de arena?
    Muchas plumas como la tuya necesitamos será un placer dar eco.

  2. Que cosas tan tristes relatas, que verdades tan crudas entendemos, por desgracia, así ha sido y seguirá siendo, como cambiar este mundo de injusticias, incomprensiónes y frialdad, nos daremos por vencidos, no, le seguimos hasta la muerte, muy buen relato, saludos flacuchis

  3. Citlaly Martinez Toledo

    Empatia, sororidad, todo lo que relatas son verdaded absolutas que hoy no podemos callar.
    Sin embargo, en esta sociedad posmoderna y jodida no sabemos la cerrazon de muchos la valentia de pocos.
    Gracias Alma siempre por estar

  4. Con cuánta emoción y tristeza he leído el relato. Y no, no quiero imaginarme esos horrores. Ya me angustia saber que lo están padeciendo otras criaturas. Y no se le ve el final.
    Cuídate mucho.
    Un abrazo inmenso.

    • No sabes, querida, es dantesco, no para. Cada maldito año, cada maldito cambio de gobierno… 70 mil desaparecidos, más muertos, 11 mujeres (y sólo se cuentan las de 15 años para arriba pero hay muchas niñas) asesinadas cada día. El horror.

      Gracias por tu interés en el contenido que genero para este portal gratuito, si quieres aportar al sistema de patrocinios, esta es la liga: https://www.patreon.com/almadelia?fan_landing=true

  5. Vivimos en un país muy rico, pero con mucha gente despreciable.
    La riqueza se ve en la entrega femenina que palpita dolor un día sí y el otro también.
    Hay una revolución pendiente que se diluye en mi esperanza, pero cuando vemos mujeres que pueden pintar de rosa el pelo de madero, y cuando leemos letras como las tuyas, renace lo posible.

    Sólo sin levantar la pluma del papel, sin agachar la mirada ante el maldito o la maldita, podremos llegar a un México más mexicano y menos jodido. No dejes que se nos olvide.

    Gracias, Alma.

  6. Admirable el texto, mi taruguita querida, y soberbio y al pelo ese final parafraseando a Quevedo. Sí, es verdad: ustedes son el motor que mueve al mundo. Y el feminicidio es uno de los actos de mayor cobardía que imaginarse puedan. Soy un convencido abolicionista de la pena de muerte, pero si viese pasar a los feminicidas camino del paredón, miraría para otra parte.

  7. Maria Isabel Velez

    Como todo lo de Alma Delia, me sacude la medula, me recuera que estoy viva. Me enfria la barriga pensar en la desaparicion de un hijo, de una hija, que no me toque. Me decia una amiga, que con covid, las mujeres estan cargando el mundo en los hombros. Ella desde su casa, preparando y dictando sus clases, mientras hace comida y limpia la casa y le ensenha a su hijita a sumar y a restar. Mientras que el zombi de su marido es eso, un zombi.

  8. Lamentablemente Mexico va en retroceso..Imaginense que siguen los dedasos a diestra y siniestra,,,eso no ayuda a que se acabe el machismo en Mexico ya que quienes ponen quitan u atacan a mujeres son mayormente hombres.
    La mujer en Mexico es la ezperanza para el pais,lamentablemen las «4 letras» son insuficientes en estos tiempos ,
    Falta mucho tiempo en que sus voces sean escuchadas y con el sistema politico que se esta gestando se necesitaran muchas tias,abuelas,hermanas,amigas para que esto cambie.
    Mis saludos y respeto para las mujeres.dico sea de paso tengo 3 hijas que respeto y amo y admiro

Responder a Citlaly Martinez Toledo Cancel

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*