COVID- Bitácora de sobrevivientes

Llegó el miedo vestido de Covid, por Cindy Machorro

Llevo poco más de un año estudiando medicina germánica, aprendiendo sobre leyes biológicas, entendiendo la enfermedad como un programa biológico de supervivencia e intentando aplicar lo aprendido hasta ahora durante los meses de pandemia. 

Han fallecido familiares cercanos, queridos, en cada caso conocido o desconocido, mi mente siempre me hacía la misma y triste pregunta, “¿qué situación de estrés le habrá detonado los síntomas?”.

Así llegó el sábado 16 de enero, día que mi hermana me compartió que la noche anterior había tenido una llamada por zoom con sus amigas, la reunión se fue en hablar de covid, de los síntomas que tuvieron sus amigas, de secuelas, del tiempo en el hospital y del miedo que aún seguía rondando. Me contó que todo ese tiempo sintió dolor de cabeza, ansiedad y desesperación por el tema, en ese momento mi mente de inmediato me lanzó una alerta a la que no quise prestar atención, “eso suena a un conflicto biológico (alto nivel de estrés no expresado), espero no se enferme”.

Al día siguiente, mi hermana amaneció con dolor de cuerpo, con el paso de los días aparecieron un par de síntomas más, temperatura y dolor de cabeza, sus síntomas de gastritis desviaron la atención, hasta que cerca de 7 días después del primer síntoma, decidió hacerse la prueba, resultado positivo. En ese instante pensé en aquella charla con sus amigas, en la primera ley biológica de la medicina germánica, “antes de un síntoma la persona debió vivir un conflicto biológico (alto nivel de estrés no expresado)”, “¡mis padres!”, pensé, “debemos compartirles el resultado de una forma tranquila o pueden enfermar también”, así se lo propuse a mi hermana, así lo hicimos, vivimos los 4 en un mismo apartamento, ambos tienen características que los incluye en la lista de personas vulnerables. 

Parecía que mi hermana, al leer el resultado activó nuevamente su conflicto (estrés), comenzó con síntomas más graves, mi mente trataba de explicarme la situación desde la visión germánica, hasta que no pude más, comencé a sentir miedo, mucho miedo, a recordar a aquellos familiares que fallecieron, a pensar en mis padres, en mi hermana, en mí; en historias donde más de un integrante de la familia ha muerto, en ese instante no importaba ni el conflicto biológico, ni las fases de la enfermedad ni nada más, solo conseguir un concentrador de oxígeno, no importó ni que tuviera 3 días de haber salido de una cirugía, la vida de mi hermana, la mía y la de mis padres estaba en riesgo.

Comenzaron a pasar los días, en casa se sentía mucho miedo, incluso podía sentir la culpa (infundada) que sentía mi hermana, no quería que nadie se le acercara, no sabía cómo protegernos, la medicina alopática ya estaba haciendo lo suyo, pero y ¿nuestra mente?, ¿nuestro miedo? Ahí apareció un personaje que me ha acompañado emocionalmente en estos últimos meses, esta vez, mi hermana también se abrió a escucharlo, conversamos los tres, y principalmente, nos permitimos sentir, llorar, ver al miedo de frente, como él nos dijo “al miedo hay que mirarlo de cerca para después atravesarlo”. Pude ver alivio en el rostro de mi hermana después de unos minutos de llanto, pude sentir mi propio alivio, eso no significó que los síntomas de mi hermana desaparecieron, lo que sí, es que pude ver en ella un instante de calma, logró sentir confianza en su red de apoyo, en ella y en la misma vida.

Al día que escribo este texto, (2 de febrero), seguimos aislados, mi hermana aún con oxígeno y tratamiento alópata, mis padres y yo por fortuna sin síntomas, nos hemos dado la oportunidad de hablar y sentir el miedo, incluso nos hemos preguntado qué viene a enseñarnos esta situación. En mi muy personal experiencia, he tratado de acompañar a mi familia a abrirse a dos ideas, la primera es que las estadísticas no tienen por qué determinar nuestra experiencia, y la segunda, que el hecho de que el virus esté dentro del apartamento, no significa que debamos enfermar. No sé si esto sea lo que nos ha mantenido sin síntomas y a mi hermana con mejor semblante, lo único que sé, es que el virus genera un nivel de miedo y estrés bastante elevados, los cuales piden ser sentidos, sostenidos y acompañados, tanto para los que viven los síntomas como para los que estamos cerca de ellos. 

Termino con una frase de una de mis maestras que también ha acompañado a mi familia en este proceso. “El miedo es ignorar que la vida te sostiene y que lo único que pide a cambio es que confíes en ella”.

—Cindy Machorro

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Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

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