posmodernos y jodidos

Ramón

Foto: Gerardo Tagle

No podías creer que existiera un hombre así. Tan dotado para la literatura, tan talentoso y tan sencillo al mismo tiempo.

Increíblemente culto —lo había leído todo, y a pesar de ello no se comportaba como culturetas respingado, nada más lejano: la capacidad de diversión de Ramón era inaudita.

Todavía lo veo bailando las mañanitas como si de un son cubano se tratara mientras yo esperaba el momento de soplar las velas del pastel (que en realidad era un pan de muerto) en mi último cumpleaños.

La imagen más presente: su alegría. No había llamada que no termináramos a carcajada batiente, reunión donde no nos pusiéramos a tararear la canción que resonaba en el restaurante o cantina de turno. Ese era Ramón, el gozo por la vida.

Lo conocí el mes de octubre de 2017.  Llegué, muerta del susto, con el borrador de mi novela más reciente a encontrarme con él en su oficina de la editorial Penguin Random House.

Se trataba del legendario Ramón Córdoba, el mejor de México, el que editó a Carlos Fuentes, por el que los autores se pelean. Recuerdo que me sudaban las manos cuando me estiré para saludarlo hasta sus alturas. Era grande, de alma y de estatura.

El miedo se esfumó en cuanto cruzamos las primeras palabras y descubrimos que los dos teníamos sangre michoacana y chingos de hermanos y chingos de amor por la literatura, los chistes y los juegos de palabras.

Pero, sobre todo, porque Ramón inspiraba un respeto profundísimo pero nunca miedo. Y de ahí palante. Trabajar con él fue una experiencia privilegiada y maravillosa, línea por línea señaló aciertos y fallas con un oficio que daba gusto atestiguar; cuando la edición estuvo lista nos divertimos en grande buscándole título a la novela: fueron y vinieron mensajes con propuestas serias y otras hilarantes que nos hacían reír como chiflados. Finalmente decidimos, “fue niño”, me dijo. Y “El niño que fuimos” pasó a imprenta. Nuestros mensajes empezaban con el prolegómeno: “Almiranta, ¿estás ahí?”, “Aquí estoy, Contraalmirante, mar en calma…” y luego venían las carcajadas y el asunto a tratar. Siempre me alegraba ver su nombre en el teléfono. Para mí Ramón era de la buena suerte.

Era agosto del 2018 y se acercaba la presentación de mi novela en el zócalo, como lo insegura no se me quita, aguantando el susto me atreví a pedirle que me presentara, sé que no te sobra tiempo y que todo el mundo te requiere para esas cosas… Su respuesta fue “que retiemble esa chingadera”. Por chingadera entendíamos la carpa del zócalo. Al terminar fuimos en bola a emborracharnos a una cantina, entonces empezamos a discutir que yo soy más morena, ¡no! yo soy más moreno, que mi sangre es más purépecha que la tuya… y nos tomamos esa foto con las caras muy juntas para comparar el tono oscuro de nuestra piel.

Y vinieron más presentaciones, planes de trabajo y ferias de libro. Y a todo evento y jaleo donde Ramón estuviera, yo iba feliz.

El domingo 16 de junio cumplió 61 años el individuo, como él mismo anunció. Esa noche soñé con él, se había casado con mi madre (ya sé, ya estoy en terapia).

El lunes 17 de junio me llegó un misterioso correo confirmando la inscripción de mi novela a un concurso literario; de inmediato le pregunté si él me había inscrito pues yo no intento esas cosas porque no me da el corazón para pasar por la incertidumbre y el probable rechazo; respondió que sí y que lo haría en cuantos concursos creyera que mi novela tenía posibilidades. El martes 18 de junio comí con Mayra González, Directora de Alfaguara, amiga mía y muy cercana amiga de Ramón, con quien trabajaba. Le di a Mayra un regalo para que se lo entregara a él con motivo de su cumpleaños.

El miércoles 19 de junio Mayra —cómplice entrañable— me escribió “ya está el regalo esperándolo en su lugar”. Le mandé un mensaje a él más tarde y me contestó, divertido y amoroso, que no se había parado por la oficina pero que lo recogería mañana. Es decir hoy, jueves 20 de junio.

Vengo de ver a Ramón en la funeraria. Ahí estaba con esa expresión reposada, amable, casi sonriente; guapísimo con su playera de Kalimán. Mi primera impresión fue que se levantaría, que diría algo ingenioso, que me daría un abrazo.

Pero no, ya no.

Buen viaje, Contraalmirante, aunque de este lado duele la tarde y sin ti el aire se respira reseco y huérfano, sé que te mereces ver todos los mares, todos los océanos.

@AlmaDeliaMC

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Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

42 Comments

  1. Samuel Lechuga

    Lastima que estos grandes personajes son desconocidos a nosotros los mortales.
    Me alegro mucho por ti que hayas podido convivir con esta persona que gracias a tu (siempre) genial descripcion concluyo debio haber sido todo un personaje.
    Saludos

  2. Fernando Corona Martínez

    Al estar leyendo tus palabras, se me erizo la piel, pues me hace recordar a mi papá, ya que si bien lo conocí a los diez años, en 28 años solo tuve verdadera comunicación y contacto con él los últimos meses de su vida, aprovechando cada momento de coversación sin sospechar que serian los últimos, nos conocimos y aprendimos más uno del otro en sólo unos meses.
    Saludos desde Ags.

  3. RAUL DOMINGUEZ

    Qué envidia de la buena (muchos dicen que la envidia ni es mala ni es buena, es sólo envidia) que tuviste el privilegio de conocerlo, disfrutarlo, de trabajar con él. Me imagino que fue una experiencia única y milagrosa en tu vida. Yo lo conocí hace apenas un par de meses en el Club de Lectura las Aureolas, me pareció un hombre fenomenal, divertido, amable, culto hasta el infinito, profesional, directo. Recuerdo que al comenzar la sesión en el Club, Carlos Carranza le dijo, “esta es tu casa, puedes hablar de lo que quieras”, Ramón lo miró y le contestó con una pregunta, “¿estás seguro de lo que estás diciendo?”, a partir de ese momento no dejó de hablar ni un minuto. Nos regaló un par de horas inolvidables de literatura y de su excelsa experiencia como editor. Yo no sé qué hubiese pasado si le doy a leer algunos de mis cuentos del taller de El Péndulo, quizás y es una mera suposición, con respeto y sinceridad me diría, “mi estimado, póngase a leer más, esto no sirve”. De él, habría sido un honor. Que en paz descanse Ramón Córdoba, seguro ahora mismo está en el cielo literario corrigiendo la próxima novela celestial de Carlos Fuentes.

    • Era todo eso que percibiste, Raúl. Y más, Ramón también era amoroso, cariñosísimo, tenía una energía suave y dulce. No dabas crédito de esa sencillez contrastada con tanto talento. Un abrazo.

  4. Celia Estela Mojica Cervantes

    «Ganamos las virtudes de los muertos que sabemos amar» Alfonso Reyes

  5. Llega uno a las incontenibles lágrimas leyéndote. Que relato más elocuente. Gracias por publicarlo. Me gustaría conocerte , qué pulcritud.

  6. Es maravilloso coincidir, encontrarnos y hacer transferencia con este tipo de personas que impactan la vida.

    Me encanta la manera en que escribes. Saludos.

  7. ¿Será normal que con casi todos tus textos termine por llorar?

  8. Tu texto llega a mí, justo el día que despido a un tío muy querido, al que veía poco en los últimos años (vivía al norte del país), pero siempre que nos visitaba era un deleite escuchar todas sus historias y reflejarme en sus dulces ojos verdes. Me quedo con tus palabras, que hoy más que nunca, hice mías. ¡Gracias!

  9. A. Álvarez Diaz

    En lo que sea posible, de un extraño pero cercano por lo que escribes, va mi abrazo, por esta ausencia que ojalá mantengas viva con tu escritura. QEPD, Ramón.

  10. Margarita Montes

    Elegía perfecta. Que la mar sea calma y el viento favorable.

  11. Fernando Mendoza Cuenca

    La comunicacion textual,verbal,visual
    en contadas ocaciones se da asi, de
    una manera natural que fluye sin darnos cuenta como si la amistad fuera de
    años y solo nos queda ser agradecidos toda la vida por estas nobles almas.
    Bello homenaje a un amigo,
    Un abrazo Alma

  12. Si, no lo conocía, pero me alegra tu existencia y que transmitas tu grata experiencia y el legado que te dejo.

  13. La orfandad no se va nunca, tienes ahora dos, y dos motivos para segur escribiendo. Mi padre también era del di16 de jubilo, Alma Delia. Se fue en 1987. Le dedicaré las novelas que pueda escribir igual que las dos que llevo, celebrándolo. Tienes dos motivos, entre otros, seguro, para celebrar.

  14. 16 de junio, perdón. Esa manía de esperar al editor.

  15. juan encinas

    un fuerte abrazo
    Alma
    y si sirve
    dos

  16. Maravilloso homenaje paisana, la vida sigue adelante para él y para nosotros, la muerte sería olvidar. Felicidades por tu don de escritura, mi Alma te lo agradece.

  17. Eva Leticia Becerra Peralta

    Alma Delia eres un ser muy afortunado por coincidir en la vida con esta persona. A mí la vida también me premio coincidencias extraordinarias algunas todavía están en mi vida y las cuido como gemas preciosas pero las que se han ido me dolieron muchísimo pero no somos eternos en nuestro cuerpo físico, sólo en los recuerdos de quién nos ama, nos cultiva, nos comparte su inteligencia y humor, su generosidad auténtica.etc. recibe un abrazo. Yo siempre pensé que tienes Sangre purépecha porque tienes esa belleza y alegría (a pesar de todo) muy c
    ESPECIALES!!

  18. Ramón Martínez

    Nunca imaginé el final , realmente me sorprendió!
    Le mando un afectuoso abrazo por la perdida de tan entrañable amigo.

  19. Querida Alma, espero que «te de el corazón» para soportar la pena.
    Un abrazo inmenso.

  20. David Murillo

    Escritora, lamento tu pérdida, bien que se de la lucha que se desata entre el «mereces ver todos los océanos» y «por qué carajos te me fuiste?» Un abrazo grande, a seguir vibrando alto, cada uno a su frecuencia, que seguro algún día vuelven a sintonizar…

  21. Soy un algo insensible a la muerte.
    Los muertos ya no son. Se queda lo que viví.

    El vacío de lo que ya no es, me quita menos el sueño que todo lo que no estoy pudiendo lograr con los que sí están.

    Y así siento tu homenaje y festejo a eso que viviste, y no al remordimiento de la desidia.

    Enhorabuena por tu tiempo y vida abrazada al vuelo, Alma…

  22. Te queda la tarea de mantenerlo vivo, en cada palabra que te salga del alma.
    Q.E.P.D. tu gran amigo.
    Un abrazo

  23. Querida Alma, yo estuve en la presentación de tu libro en el Zócalo y pude comprobar la camadería y cariño que había entre ustedes. Tristemente la vida tiene sus tiempos, que rara vez coinciden con los nuestros. Lo lamento, me duele que te duela. Te mando un abrazo.

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