posmodernos y jodidos

Día nupcial

Un día eres  joven y al siguiente puedes decir que has sobrevivido a un atropellamiento de trolebús, dos sismos brutales y una pandemia. Eso pensé tratando de contarme un chiste para evitar la oleada emocional que me sacudió el pecho. No creí que me emocionaría tanto, pero no pude evitarlo.

Un día eres joven y al siguiente puedes decir que has comprendido la finitud. Es junio del año 2021 y hace un año, en junio de 2020, vivían más de doscientas mil personas en México que hoy ya no están; había casi cuatro millones de personas en el mundo que hoy tampoco están. Que no llegaron, que no lo lograron, que los mató el virus del Covid-19.

Es 11 de junio del año 2021 y me toca la vacuna contra ese maldito virus que arrasó dejando tanto dolor a su paso, tantas muertes, tantas pérdidas, tantas separaciones, tantas crisis, tanto desamparo.

Hoy estoy entrando al sitio donde me van a poner la primera dosis. Pienso de nuevo en todos los que ya no están, en todo lo que se ha perdido; y más que un privilegio, estar aquí me parece un prodigio, una gracia que quizá no merezco pero que me ha tocado. No me contagié en año y medio, no perdí a nadie de mi familia. Así que no puedo, aunque el inquilino cínico que vive en mi cerebro me desacredite, regatear en gratitud y alegría. Simplemente no puedo. Qué pobreza de pensamiento sería cederle mi gozo al resentimiento.

Lo cierto es que apenas poner un pie en la sede de vacunación y ver al personal de la brigada empujando con el corazón para animar a la gente a bailar, a moverse, a aplaudir; sentí ese fuego de la emoción colectiva en la garganta y comprendí, además de que ya no soy joven, que eso es exactamente lo que me gusta de ser mexicana. Cómo sacamos ánimo festivo debajo de las piedras, debajo de las crisis y hasta debajo del cubrebocas. Con todo respeto y sin ningún juicio para quienes hicieron su viaje de vacunación al extranjero, cuánto me alegra no contarme en esas filas y haberlo hecho aquí, en esta fiesta.

Estoy en mis cuarentas, es el rango de edad de quienes acudimos a vacunarnos hoy; me conmueve pensar que el tipo de música que eligieron fue pensada para nuestro grupo etario, personalizada. Y de inmediato me vino como un dulce susto el recuerdo de las muchas bodas de mi generación a las que acudí mientras escuchaba la selección musical en la sede de vacunación: pasamos de Aire soy al aire con Miguel Bosé a Soy un desastre con un brigadista de chaleco verde que hacía las voces de Timbiriche; sí, el personal de vacunación le entró a oficiar esa misa mexicana que es el karaoke y que resulta infalible para levantarnos el espíritu.

La verdad es que habría bailado mejor y con más ganas que en una boda de no estar tan atarantada quitándome y poniéndo el saco y anotando cada detalle en mi bloc de notas.

Una idea, un continente, una mirada. Casi sin querer.

Ese fraseo me acompañó al entrar. Y luego siguieron las canciones rítmicas hasta llegar a We Will Rock You y aplaudir con entusiasmo. Lo dicho, aquello era el soundtrack de una boda… de pronto, me hirió la precisión de la imagen.

Sí, el día era nupcial, celebratorio, de renovación de votos con la vida.

Perdónenme la hiperestesia, la sensibilidad y la cursilería. Pero mientras escribo esto, lloro de alivio. Será porque recién salgo de la presión del hostigamiento, porque estoy a días de una nueva mudanza, porque terminé una nueva novela, porque meses de insomnio, porque miles de páginas, porque mi sobrino respira o porque soy una llorica sin remedio.

Ahora que vienen los tantos reencuentros, los muchos cambios de casa, los cruces de frontera, los bebés de pandemia, los reacomodos en nuevas ciudades, pienso en los nuevos cielos.
No hubo y no habrá. No hay nada aquí ya. ¿De quién este cielo es, de quién?

Y la música de boda que no para, y la boda que celebro en mi interior, como si fuera mía.

Y voy de Miguel Bosé a los infinitos y reconfortantes versos de Tomás Segovia:

Una oleada de sonrisa

inundándome el rostro

cuando otra vez me digo

que de nuevo es nupcial el día entero

y que yo soy el simpre nuevo

siempre esperado siempre alegre

siempre secreto novio de la vida.

*

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Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

11 Comments

  1. Andrés Hernández Plata

    Hola a un servidor la reacción al ponerme la vacuna fue de una tremenda tristeza…recordé a mi hermano, el no la logro, el se fue casi comenzando la pandemia, se me llenaron los ojos de lágrimas y si no me puse a berrear como hubiera querido, fue por temor a la incomprensión y que toda esa oleada de buena honda, ese animo de fiesta de boda que logran los que hacen su mejor esfuerzo para que este «reinicio de sistema» sea mas placentero, decayera, valla para no ser la tía solterona que llora y se desmalla arruinando la ceremonia, de hecho hoy cuando me preguntan por mi reacción les cuento del cansancio que sentí al otro día, pero no, yo creo que esa primera reacción de coraje, de angustia, de impotencia, de no ver a mi hermano mas por aquí, fue mi verdadera reacción y creo me acompañaría hasta que le pueda dar nuevamente un abrazo…

    • Andrés,
      Lo siento muchísimo, me conmueve lo que cuentas, qué dolorosa tu pérdida. Yo también habría llorado sin pudor el día de la vacuna con ese duelo por mi hermano en el alma. Te mando un abrazo muy grande, que el tiempo atempere ese dolor, que poquito a poco encuentres consuelo.

  2. No sé si todos sean concientes, de lo afortunados que somos de haber llegado a éste momento, y de recibir una vacuna, a mi me tocó estar en lo que llamarón » primera línea», y ver personas muy graves, traslados a hospital, angustía de familiares y mucho dolor por la perdida, días en los que no tenía ni una chispa de ánimo para levantarme y entrar a » área covid» , lagrimas atrás de los googles y el equipo de protección, un nudo en la garganta y opresión en el pecho al ver tanto dolor. Así que, el día que me pusieron finalmente la primera dosis, lloré y canté también y agradecí estar aquí, sigo rotando en área Covid y agradezco poder seguir siendo útil a los demás. Que lindo texto Alma, que bonito que sigamos aquí.

  3. Que bueno que ya te vacunaste, y te emociona todos porque estamos aquí, yo sí perdí a amigos, personas cercanas, doy gracias a la vida que seguimos adelante. Saludos, amiga

  4. Raul oviedo

    ..que bueno sra alma….que tristeza por los que no alcanzaron a vacunarse.
    Y pensar que aqui no se quieren vacunar.
    Pd.
    Los mejicanos somos Alegres y siempre noa levantamos de cualquier circunstancia adversa.

  5. Así es.. cumpliremos un año en este mes que inició, el fallecimiento casi por semana de compañeros médicos, enfermeras, años de experiencia y capacidad técnica, además de los valiosos seres humanos, miles de años de vida, experiencia , amistad, amor.
    Un duelo que aún no termina y nos llevará muchos meses, quizá años por construir.. jubilada y en resguardo casi monacal, he resistido la pandemia, con el miedo adicional a que los que amo se contagien, he perdido amigxs entrañables, de casi una vida, sus recuerdos brotan con mis lagrimas. Los sentimientos encontrados en la decisión de vacunarse o no, y el descontento por su partida, aún me persigue.. pero no me queda más… como la canción… honrar su memoria y los pedacitos de vida que compartieron conmigo e hicieron de mí una mejor persona..
    felicidades AlmaDel.. siga cuidándose mucho y traduciendo nuestros sentimientos en hermosas letras..

  6. Aquí estoy leyendo y comprendiendo tus emociones, y las de los demás participantes en este blog.
    Gracias una vez más, querida Alma.

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