posmodernos y jodidos

Ministro del miedo


Crédito imagen : Alberto Alcocer @beco.mx

En sus sueños el tiempo viaja en círculos concéntricos, en espirales, nunca en línea recta.

La regurgitación de un sabor rancio en el fondo del paladar le hace abrir los ojos, no es el sonido irritante del despertador lo que lo pone alerta.

Es otra cosa, no sabe muy bien qué, algo que viene de sus intestinos, de alguno de sus órganos encargados de procesar el puñado de píldoras que ingiere ya de cualquier manera: caducas o vigentes, revueltas, sin separar por colores ni por funciones. El medicamento que regula la presión arterial, el antidepresivo, el ansiolítico, la pastilla de la concentración; todos juntos le permiten ponerse en pie, trabajar.

Ciclos, alquimia y algoritmos. Se pregunta si así funcionará siempre su cuerpo, su cerebro, el mundo entero. Porque en vigilia el tiempo también traza círculos concéntricos, espirales, nunca líneas rectas.

De niño soñaba con matar dragones, con vencer gigantes, con rescatar a su madre de peligros aterradores, con levantar pianos como Jean Valjean y triturar edificios como King Kong, con sacar la espada de la piedra. De niño conoció el miedo real, el que atenaza la garganta y hace correr para salvar la vida. El miedo que hace vivir, el miedo que hace amar.

No se cuestiona ya cómo terminó aquí, con más de ciento treinta kilos que apenas le permiten moverse. Cómo cambió sus libros por relojes caros y su conciencia social por discursos baratos, su hambre de justicia por hambre de poder.

Su responsabilidad es crear miedos en línea, siempre en alianza con la Comisión Federal de Miedos para la Seguridad del Espacio Público. ‘Estrategia de pinzas’ es la frase que aparece invariablemente en las reuniones de trabajo de la cancillería.

Está cansado pero sabe que su función es necesaria, si alguna emoción le queda es un sedimento de amor a la patria. Ya no disfruta escuchando halagos, cuando el secretario se deshace alabando su habilidad para desarrollar algoritmos e inducir burbujas de pánico, luego de esperanza y finalmente de recuperación con una efectividad impecable, lo agradece apenas con un gesto adusto.

Hay que hacerlo por la gente, que además está contenta y favorece a la Secretaría, la más popular entre todas; hay que hacerlo por la gente que se pone eufórica enviando sus votos para el miedo del día y disfruta enormemente cuando gana el que eligió como favorito. Democracia y votos, la mayoría decide. La prueba de fuego de la evolución de las masas.

Mueve la silla y deja caer su inmenso cuerpo, oleadas de carne hacen crujir el respaldo. Enciende su máquina, los comunicados del secretario y del canciller están ahí, el resumen diario de indicadores de lo que ocurre en la calle es el único insumo que necesita para hacer lo suyo.

Abre el software, mira el mapa de calor, en internet las variables son casi una réplica desde hace veinte años, las mismas motivaciones y los mismos temores superficiales.

Los medicamentos explotan en su metabolismo, una flecha aguda tira de su concentración, en minutos lo tiene todo claro, puede verlo en relieve entre sus ojos y la pantalla.

Suelta los comandos de voz como en un responso bien aprendido, un rosario de palabras que los propios usuarios conectados le han entregado para generar un inofensivo glóbulo de psicosis: dinero, familia, muerte, Dios, desabasto, propiedades, impuestos. Un domo virtual que los protege a todos de lo que ocurre en el mundo tangible. Hay que hacerlo por la gente, es lo que piden.

En el reporte del comisionado están los ingredientes faltantes, los que vienen de la calle: pobreza, vivienda, desnutrición, enfermedad.

Alquimia y algoritmos, emulsiona bien los ingredientes. Realidad y virtualidad se espesan, se integran, se vuelven indistinguibles.

En modo automático sigue dictando palabras, un calendario en la pared le recuerda que se acerca la fecha para conmemorar el vigésimo aniversario de la construcción del muro más grande del mundo: noviembre, año 2037.

Sabe que viene una temporada ardua de trabajo, su cerebro dice muro, dragones, gigantes. Siente un breve aguijonazo de nostalgia, cuando el interior era feroz, cuando había que saltar al vacío para sentirse vivo, cuando sentía hambre. Intenta determinar un antes y después, no lo encuentra.

La aguda concentración se transforma en dolor de cabeza, sólo quiere terminar temprano, activar la fórmula y hacer que internet explote, reportar su entrega a la Secretaría. Dormir otra vez, no pensar más en dragones, ni en lo que ocurre realmente en las calles. Arrancar hojas del calendario hasta que llegue el día de su jubilación y elijan a su reemplazo, hasta que pueda retirarse a descansar en medio de honores y aplausos.

¿Te gustó el artículo?

Alma Delia sostiene este portal de forma independiente, ayúdala a conservar el espacio mediante nuestro sistema de patrocinios (patreon). Haz clic aquí para ver cómo funciona. ¡Muchas gracias!

Alma Delia Murillo

Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Plaza y Valdés). Colabora en El Reforma, The Washington Post, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ y otros medios. Desarrolla guiones para cine y teleseries. Autora de las audioseries y podcasts en Amazon Audible: Diario la libro, Ciudad de abajo, Conversaciones, El amor es un bono navideño.

24 Comments

  1. La actitud ante la vida, del personaje, puede que refleje la realidad

  2. Qué rico!

    Entre varias referencias que se me ocurren, Sheryl Crow, Pink Floyd y David Bowie, acabas de completar el quinto ministerio Orweliano.

    Suficiente para dejarte con el morbo insatisfecho de asomarte a los hechos. Suficiente para saber que, igual que el ministro del relato necesita sus pildoras funcionales; ellos «saben» lo que necesitas, y te administran (eso hacen los ministerios) desde la cuna, y después por los medios, los miedos cotidianos, y los terrores, y las convicciones más atroces y pétreas.

    Las referencias que menciono no son comparativas, son contemplativas. Y sólo se antoja seguir leyendo.

    Alma Delia Orwell, y el fragmento de tu novela distópica: 2057

    • Alma Delia Murillo

      Beto,
      No sé dónde esconderme de tantas porras. Pero sí pensé en un cuentito distópico. Gracias 🙂

  3. Mario García

    Viajes en el tiempo, realidades que son cíclicas, sociedades que involucionan y no aprenden del pasado, personajes oscuros que nadie desea, pero que sin ellos la vida sería imposible… magistral Alma, como prácticamente todo lo que he leído de usted… mi admiración y respeto….

  4. No entendí nada, ahora sí me dejaste peor que como estaba, será que soy mu guey, para mí no se hicieron este tipo de lecturas

    • Alma Delia Murillo

      Pablo,
      No sé qué decirte. No creo que tenga caso explicar el cuentito distópico que escribí. Te mando un abrazo, gracias por tu honestidad.

  5. Martha Luna

    Cualquier vida sedentaria cibernética de un día ya cualquiera de los muchos que nos vienen sobrando. Cada vez más nos convertimos en luchadores sociales y políticos de sillón. Excelente texto Alma Delia.

    • Es que ya no lo vemos, pero el costo de trasladar a la virtualidad la realidad tiene costos emocionales de alcances tremendos… gracias por tu lectura, Martha. Un abrazo 🙂

  6. Eres grande. El desasosiego del personaje impresiona.

  7. Gracias, Ana. Un abrazo 🙂

  8. María Antonieta

    Los años me han confirmado que el tedio existe. Que uno de los peores dragones lanza fuegos es la rutina en la que solitos nos metemos. Estamos tan inciertos en el sistema de creencias y modelos que la vida, aún cuando es un milagro (así lo creo) la podemos convertir en una línea simple y laaaaaarga como una cuarentena; no importa si es recta o espiral. ¿La solución? Volvernos valientemente multidimensionales.
    Gracias por la oportunidad de imaginar y re- pensar.

    • Hola, María Antonieta (qué bonito tu nombre),
      Lo que dices del tedio es cierto, pero a mí me da la impresión que tiene de fondo la comodidad, llegar a la comodidad que quita el hambre (biológica y del alma) es un estado terrible. La comodidad mata lo que somos. Pienso.
      Un abrazo, gracias por tu lectura.

  9. Hasta la obesidad del personaje se antoja como una trampa-sueño, de esos que somatizan en imágenes caóticas el exceso de vacíos por llenar con cargas propias y ajenas.
    Tu sigue contus letras intensas, dibujando retratos de lo que hay y lo que viene.
    Gracias Alma!

  10. Luis Ferrer

    Gracias por tus pensamientos y compartirlos. Muy interesante tu artículo del Reforma

  11. Ese cuento es aterrador porque no es un cuento. Porque: ¿cuánto queda de los ideales de la infancia en la edad adulta de la inmensa mayoría de la humanidad? ¿Y cual ha sido el destino de la mayoría de los que sí conservaron los sueños y creyeron que podrían hacerlos realidad?
    Gracias siempre por tu compromiso.
    Besos.

  12. Jessica Rojas

    Soy fan de tus letras.
    Disfruto mucho el poder leerte, gracias por amenizar esta vida de estrés en cuarentena.

    Pd. Yo si quiero leer la «Teoría de la obesidad emocional como síntoma del poder» 😊

    • Alma Delia Murillo

      Gracias, Jessica, voy a considerar lo de publicar esa teoría, jaja. Un abrazo 🙂

  13. Pero mujer, venga esa teoría de la obesidad. El ahora que sí quieres evitar linchamientos, anotame en el grupo dispuesto a leerte con tal atrevimiento. 🙋‍♀️

  14. Pero mujer, venga esa teoría de la obesidad. Ahora que sí quieres evitar linchamientos, anotame en el grupo dispuesto a leerte con tal atrevimiento. 🙋‍♀️

Responder a Luis Ferrer Cancel

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*