
Alberto Alcocer / @beco.mx
Soy adicta al agotamiento.
Llegué a tal conclusión luego de años de ser estudiante, becaria, empleada, desempleada y autoempleada.
En cada formato me he explotado a mí misma de forma bestial. Recuerdo de mi época de ejecutiva la tarde en que mi jefe me dijo que estaba haciendo yo sola el trabajo de cinco personas.
No sé descansar, no recuerdo un período de mi vida en el que no me entregara a una actividad febril constante. Y ahora que soy mi propia jefa, la cosa ha ido a peor. Todas las semanas trabajo de lunes a domingo y sin horario de cierre, siempre estoy escribiendo algo, desarrollando algo, reuniéndome con gente para algún proyecto. No paro.
Hará cosa de tres semanas me caí mientras corría en el bosque, derrapé sobre mi lado izquierdo rebanándome la piel de la rodilla y amoratándome las manos que metí para no romperme la cara. Esta semana volví a caerme en mitad de la carrera. Dos veces.
Cuando me levanté con un hilito de sangre escurriendo de mi rodilla y otro de mi mano izquierda —siempre se lleva todo el impacto, la pobre— tuve una iluminación: es que no puedo más con la verticalidad.
Este construir, levantar, sumar, producir, ir más alto en la calidad y más arriba en el alcance de los proyectos me está matando.
Y como la vida es buena y también sabia aunque yo a veces sea una culera y otras una tonta redomada, cayó en mis manos esta maravilla: “La sociedad del cansancio” (Herder, 2017) de Byung-Chul Han que me atrapó desde la primera línea y que no deja de cuestionarme.
Dice Byung-Chul Han que cada época tiene sus enfermedades características y que así como hemos pasado tiempos de enfermedades bacteriales o virales, la patología de nuestros tiempos es neuronal. Estamos enfermos de “positividad” plantea el autor, tenemos una visión tan “no te rindas” y tan “todos somos ganadores” y tan “ sé productivo porque puedes lograr lo que tú quieras” que hemos entregado voluntariamente nuestros límites de explotación a unos niveles nunca vistos y donde no hace falta la figura de un patrón o jefe explotador: somos nosotros mismos quienes nos sometemos a esta carrera tiránica.
Desde que existe WhatsApp la oficina no cierra nunca, con la mayor naturalidad aceptamos mensajes a las diez de la noche o un sábado o domingo para revisar un pendiente de trabajo, entregamos todos nuestros espacios a la tiranía de la disponibilidad permanente.
Y esa obsesión con el superrrendimiento, con la superproducción y la supercomunicación termina por quemarnos el alma, por deprimirnos. Exactamente como les ocurre a algunos atltetas retirados que un día, súbitamente, son incapaces de realizar el mínimo esfuerzo físico porque lo agotaron todo.
Justo cuando leía el librito apareció el video de la actriz Bárbara de Regil donde señalaba con ímpetu el mal que se auto inflige quien va de fiesta y se excede bebiendo y comiendo; el remate de Bárbara “te estás destruyendo”, me regaló el corazón de esta reflexión: ¿y no es otra forma de destruirnos esta mirada positiva de “darlo todo”?
Cito unas líneas de Byung –Chul Han que me tienen en la más profunda agitación desde que las leí:
“… Nunca se alcanza un punto de reposo gratificante, el sujeto vive con una permanente sensación de carencia y de culpa. Como en último término compite contra sí mismo, trata de superarse hasta que se derrumba. Sufre un colapso psíquico que se designa como burnout o síndrome del trabajador quemado. El sujeto que está obligado a rendir se mata a base de autorrealizarse. Aquí coinciden la autorrealización y la autodestrucción”
Respiro. Y me digo que está bien parar, decir no puedo más. Respiro y pienso que me voy a hacer el regalo de la rendición.
Vuelvo a recordar para mí y para quien encuentre utilidad en ella esta verdad preciosa: hay batallas que sólo se ganan renunciando a ellas.
Es una patologia, adiccion, autoflagelacion…desequilibrio?…..
Aunque también es cierto que la sensacion de la meta alcanzada es muy gratificante…
Según el tamaño de la necesidad de reposo, (de parar y mirarse pa’dentro) es el tamaño del madrazo, caída, esguince, fractura, bronquitis, cáncer…
Buen relato Alma, voy a buscar el libro. El cuerpo es sabio, pero no lo pelamos. Y como no entendemos, nos va dando madrazitos o madrazotes.
Y el umbral del aguante y del dolor de las mujeres es altísimo… Aquí una que da fé, que no acaba de salir de una bronquitis de casi un mes.
Te leo siempre con hartísimo gusto.
Abrazos,
👌🏼
Fabuloso, y totalmente cierto, pero además de qué nunca paramos ya hay gente que vive toda histérica, siempre buscando con quién pelear. Saludos
Extraordinaria reflexión, leí ese libro y el tuyo del niño que fuimos, ambas joyas, estar cansado y competir con uno mismo es lamentable a veces, pero esta sociedad de estándares altos y violenta en todos sus escenarios no admite competidores débiles o cansados, saludos y gracias por lo que escribes.
Efraín Huerta Dixit:
Todos
Los lunes
Descubro
Que llegué
Muy tarde
A mi
Fin
De
Semana
Indispensable Huerta. Gracias por traerlo a este espacio.
Un abrazo
Muchas gracias por esta reflexión, justo este tema ha sido el centro en mi vida durante los últimos meses.
Gracias a ti por leer, Patricia.
Esto te puede hacer sentido.
Abrazo.
Gran texto. Como siempre.
https://www.ted.com/talks/arianna_huffington_how_to_succeed_get_more_sleep/transcript
Abrazo, queridísima, ahora lo leo.
Es un deleite leerte. Porque de pronto, todos cruzamos por esas etapas, de darlo todo en el trabajo, la casa, los compromisos disfrazados de “yo puedo” y en efecto, es una positividad destructiva. Gracias, por compartir tu visión, de q rendirse, esta bien.
Muchas gracias, Adriana, un beso 🙂
La descripción realizada es típica de quienes no conocen nada del Servir y ayudar son aquellos para quienes el YO está por y encima del Nosotros y les impide ver más allá
Se requiere desprenderse del yo para ver un poco más allá
La respuesta busca quien eres
Gracias por tu lectura… lo de la interpretación no sé…
Abrazo
Y a mí que me parece que usted el «yo» lo tiene bien agarradido…
Querida Alma, qué bella reflexión la de hoy, es verdad (esa verdad te liberará).
“Autorrealización y la autodestrucción.
…está bien parar, decir no puedo más. Respiro y pienso que me voy a hacer el regalo de la rendición.
Hay batallas que sólo se ganan renunciando a ellas”.
Yo viví algo similar, me estaba devorando a mí misma. Todos me veían mal, rota y sólo atinaban a decir: eres fuerte, siempre lo logras, échale ganas… y yo ya no tenía nada más que echar. Estaba vacía.
Un día decidí que estaba corriendo una carrera que no era mía, acepté y abracé mi destino. Acepté mi fracaso y acepté que está bien fracasar, que está bien decir que no, que está bien ser yo aunque ese yo no encaje con los prototipos para éste mundo. Y ahora, en cierto modo soy libre.
Abrazo fuerte 🙂
Eso es tremendo, cómo los demás te siguen diciendo: tú puedes, eres fuerte… en lugar de dar permiso para que renuncies. Gracias por compartir tu experiencia. Un abrazo
Quizás no se requiere renunciar
solo pos poner
Mi lento y tenaz ritmo
me ha enseñado que todo se logra
con paciencia
que es la madre de todas las ciencias
Excelente, también tiene otros libros, Byung-Chun Han altamente recomendables, saludos
Sí, Javier, al menos es una voz que cuestiona la locura sin freno a la que nos hemos entregado con actitud de suicidas positivos…
Esta occidentalizada manera de ponernos metas irrefrenables !! Ojalá pudiéramos todos tomar clases de meditación desde primaria y aprender a ponernos como meta amarnos a nosotros mismos antes que nada más
Corres, te caes, y además siempre te lastimas la izquierda (que ya es «malapata»), si al menos fuera la derecha…
Aprende a perder el tiempo de vez en cuando y verás que es una buena manera de aprovecharlo.
Un abrazo grande, querida Alma
Lo sé, querida, tengo que parar. O caerme. Ay.
Un abrazo grande, gracias por todas tus atentas lecturas.
Pues me encanta comentar después de Manu Jaramillo. Y saber que ustedes dos se tienen y se quieren en parte debido a mí. Alma Delia, lo que pasa es que eres muy joven. Estás justo en la edad en la que uno se hace eso. Ya luego va pasando lo que pasa porque no queda otro remedio. Por lo prontó, óyeme bien: no corras. Camina. Y date tiempo de ver el paisaje. Es imposible que te rindas. Pero has pausas. Te lo digo sabiendo que con el tiempo las pausas las llenan los nietos y entonces sí que no hay pausa. Besos
Ángeles queridísima,
Yo no me siento muy joven para nada, 40 años no son pocos. Pienso. Pero entiendo bien lo que dices, mañana voy a hacer el experimento de no correr y caminar, a ver si lo logro. Te mando muchos besos y un abrazo grande.
Mi queridísima Mastretta: a ti tengo que agradecer infinidad de momentos felices desde que empecé a leerte, y de eso hace mucho.
Amén de la extraordinaria gente que he conocido a través tuyo.
Besos
Ya soy fan
Saludos, Leonel. Gracias por tu lectura
Yo tengo un síndrome diferente e igual al mismo tiempo, mi mente me dice con fiero coraje el ser super productiva, el no dormir para lograr terminar todos mis pendientes… 😔 Pero mis actos dicen otra cosa que soy toda una perezosa (Bueno esa también es otra parte de mi mente, una en donde la depresión que por años he tenido me agota al mínimo intento de hacer algo)
Y es así como yo me estoy matando, en esta lucha constante de mis dos lados opuestos (La super productiva VS La super dormilona)
Te entiendo y, creo que no es cuestión de edad, sino de temperamento, de descubrirse que todavía puedo, que soy capaz, que creer que «si me siento o paro» es igual a «perder el tiempo» y la verdad es fantástico descubrir lo maravilloso que es aprender a darse tiempo para contemplar y disfrutar el día a día y los acontecimientos y las cosas simples que nos rodean, verdaderos regalos de la vida,